EL INFIERNO AZUL
EDMUNDO BARBERO

Ediciones Espuela de Plata, 2005

Portada del Libro

Este libro se incluye junto a dos más en Un Año con Queipo de LLano

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EXTRACTOS DEL LIBRO
Lectura finalizada en abril 2016.

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En las esquinas ya estaba fijado el primer bando de la facción: "Se recomienda a todos los paisanos de esta ciudad que, al pasar por delante de iglesias y conventos, lo hagan por el centro de la calle sin pararse ni mirar hacia los mismos, pues se disparará sin avisar. Las juventudes católicas." (pág. 334)

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Todos los que se encontraban en el Gobierno Civil el día de la sublevación, son perseguidos y fusilados conforme fueron apareciendo. Tanto los diputados como los concejales, el alcalde, el presidente de la Diputación, periodistas, etcétera. (pág. 339)

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Se colocaban dos coches iluminando con los faros de los dos vehículos la escena. Detrás de cada sentenciado, un voluntario colocándole el cañón del mosquetón en la nuca. De manera que el fusilamiento era personal. Esto hacía que las caras de algunos, después de fusilados, se desfigurasenn de una manera monstruosa. Eran siempre voluntarios falangistas y requetés, y siempre sobraba gente. (pág. 341)

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"Ahora le ha dado por no comer." Esta frase ya será la única que dirán a los familiares de los detenidos en toda la zona facciosa y la única noticia que tendrán de su muerte. Cuando a un detenido "le ha dado por no comer" es que la barbarie fascista le asesinado. (pág. 343)

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... en sus charlas, Queipo decía que los republicanos eran unos salvajes, que no respetaban el arte, que habían bombardeado la Alhambra, la Mezquita (totalmente inexacto) y el Pilar de Zaragoza; en este último sitio, decía que las bombas no habían estallado, pero que una de ellas, que cayó en la plaza, lanzó al aire es un gran número de adoquines, que, al caer, formaron unas letras que decían: "¡Viva la Virgen del Pilar!". Este milagro es digno de Queipo. (pág. 349)

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... las bandas municipales respectivas estaban obligadas a dar un concierto patriótico de tipo nacionalista. Los himnos alemán, italiano y portugués, pasodobles marciales y los himnos de Requeté y de Falange, sobre todo este último... (pág. 351)

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Detrás de los hombres, los niños militarizados, con los mismos uniformes que los mayores. Los de Falange (llamados balillas y después flechas), los del Requeté (pelayos). A estos niños se les dio más tarde autoridad para detener a la gente, por conspirar, por críticas al régimen o las autoridades. A las mujeres, por ir sin medias o sin faja. Los detenidos por los niños eran conducidos al cuartel de Falange. Se les administrada medio litro de ricin, se les afectaba la cabeza y, a las mujeres, las dejaban un mechón, al que ataban un lazo que decía: "Arriba España". (pág. 356)

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Uno de los casos que deshonran más a los facciosos es el haber empleado desde el principio del movimiento tropas mercenarias y haber reclutado gente en las cabilas africanas para llevarlas a la península. Moros y legionarios, de vuelta de las operaciones, tiraban el dinero a manos llenas en colmados y prostíbulos, productos de los robos en metálico o de mantones de Manila, máquinas de coser, aparatos de radio, que vendían de cualquier modo. Un sargento del Tercio, con las mangas de la camisa arremangada (como todos entonces), llevaba todo el brazo cubierto de relojes de pulsera. (pág. 363)

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Fui a visitar el verdadero teatro de la lucha, la parte baja de Triana, que fue cañoneada desde la otra ribera del río, en la Maestranza; los barrios de La Macarena, San Julián y San Marcos, este último con el arco y las casas de entrada destruidos por la artillería. Todas las casas estaban bordadas por los impactos de las balas, y todavía esparcidos por el suelo los adoquines que formaron las barricadas; se hizo de estas barricadas una defensa heroica. Durante esta defensa, deshicieron dos tabores de regulares. El comandante del tercero qué atacó, para poder tomarlo, saco de las casas de los alrededores a las mujeres ya los niños y los puso delante. Así consiguió entrar. (pág. 371)

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... mataron a un falangista en Triana, y, como no aparecieron los autores, fusilaron, en la misma calle donde ocurrió el hecho, a los 94 varones que vivían en las casas de los alrededores. (pág. 372)

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Los obreros eran fusilados a miles, y esto que me de Sindicatos ni de partidos proletarios apareció ningún fichero. Se les detenía por denuncias, por el carnet, etc. Como no se celebraban juicios de ninguna clase, solamente expedientes, y esto después de las venganzas de los primeros momentos. Hubo muchas víctimas de denuncias falsas por odios personales, rivalidades de negocios, celos, etc. (pág. 373)

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... todos los edificios habilitados para cárcel eran oficinas, dependencias y dormitorios de tropa, y los patios, las celdas de los desgraciados, que habían de estar sin poder sentarse, llenos de miseria, y el amontonamiento de cuales es tan grande, que un periodista de izquierdas, que estuvo detenido, me ha contado que él estuvo tres días seguidos, derecho, en un patio, donde los más felices eran los que estaban en la pared y podían recostarse en ella. Durante aquellos tres días, no les permitieron salir ni para orinar. Esta clase de trato hay que añadir que no les daban de comer... (pág. 386)

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... como el insigne maestro Falla quería tan entrañablemente a García Lorca, había protestado con energía de crimen tan monstruoso, que asustados los facciosos por el efecto moral que había causado en el mundo su muerte, no se atrevieron a hacer lo mismo con el maestro, y entonces le dieron por loco, recluyendole en el manicomio de Palma de Mallorca, y a su hermana la metieron en la cárcel. (pág. 395)

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Lo más pintoresco que había en la zona facciosa (con ser tanto) eran las charlas de Queipo de Llano por la radio. Las personas ponderadas de derechas, que alguna quedaba todavía, se avergonzaba de ellas, como del mismo Queipo, y, cuando estaban solas o entre personas de confianza decían: "Bueno: y cuando ganemos, ¿qué hacemos con Queipo?. (pág. 397)

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... en Zafra, como no había armas para la defensa, el alcalde, después de mandar destruir los ficheros, reunió al pueblo en la plaza, y desde el Ayuntamiento les dirigió la palabra, recomendándoles que no hicieran resistencia, que, cuando llegase la columna del comandante Castejón, pusiesen bandera blanca... Llegó Castejón, pusieron bandera blanca y, al cabo de una hora, y había 75 fusilados en las calles. Encontraron en la montaña al presidente de la Casa del Pueblo, le ataron a un árbol, en otro árbol de al lado ataron a su compañera, varios moros abusaron de ella y después los fusilaron. (pág. 407)

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Llegaron a las puertas del cementerio. Acababan de fusilar a unos presos. Los faros de dos automóviles, cruzados, iluminaban la escena. Algunos de aquellos desgraciados todavía movía un pie... una mano... Las paredes de las tapias y ropas del piquete de ejecución estaban salpicadas de sangre. Uno de éstos enseña al capitán las manchas y le dice: "Mira, capitán, como nos ponemos; como nos manchamos mucho. Tienes que comprarnos unos monos. Ofrecieron pistolas A las mujeres, por si querían contribuir a la depuración de la patria rematando a aquellos infelices. Contemplaron como un sargento levantaba la cabeza de los fusilados, agarrándole por los pelos, y como la ponía sobre la rodilla y les daba el "tiro de gracia". Detrás, otro, iba abriendo las bocas de los cadáveres, para ver los que tenían muelas y dientes de oro, y, a los que tenían alguno, se los arrancaban golpeándoles con una piedra en la cara. Más tarde, dos sepultureros, agarrándoles cada uno de un brazo y de una pierna, los iban tirando de cualquier manera en una camioneta para trasladarlos a la fosa común. Yo he visto una de estas camionetas llena de sangre y de trozos de masa encefálica, que necesitaban toda la fuerza de una manga de riego para limpiarlas. (págs. 415-416)

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